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Índice de Desarrollo Humano (IDH)Alfonso DuboisIndicador compuesto que mide los resultados de un país de acuerdo a las referencias del nuevo paradigma del desarrollo humano. El IDH fue una propuesta de los economistas Sen y Desai, que el pnud incorporó en sus informes como indicador del desarrollo humano. La opción por un índice único, frente a la utilización de varios indicadores, responde al propósito de ofrecer un contrapunto al PIB o ingreso per cápita, que constituía el indicador por excelencia del desarrollo. Para que el desarrollo humano se convirtiera en una alternativa real al pensamiento ortodoxo, resultaba imprescindible, a juicio de sus creadores, disponer de un índice que compitiese con el indiscutido indicador del ingreso per cápita en cuanto a simplicidad y expresión. Su principal impulsor, Ul Haq, sostenía la necesidad de disponer de una medida del desarrollo capaz de divulgarse tanto como el ingreso per cápita, pero que fuera más sensible a la dimensión social de la vida humana (PNUD, 1999:23). Ello no quiere decir que sean dos índices incompatibles, sino que miden cosas distintas. Otra cuestión es el valor que se concede a cada uno a la hora de diseñar y evaluar las políticas económicas. El IDH busca medir el logro medio de un país en tres dimensiones básicas del desarrollo humano: una vida larga y saludable, los conocimientos y un nivel decente de vida. Se trata de un índice compuesto que contiene tres variables: la esperanza de vida al nacer, el logro educacional (alfabetización de adultos y la tasa bruta de matriculación primaria, secundaria y terciaria combinada) y el PIB real per cápita (expresado en PPA, Paridad de Poder Adquisitivo). En cuanto a los dos primeros componentes, salud y educación, no existe duda sobre la conveniencia de introducirlos en el IDH, aunque se discuta la idoneidad de los indicadores propuestos. En cambio, se ha producido un mayor debate en torno a la introducción de la renta o el ingreso. Para el PNUD la renta o ingreso es importante en el desarrollo humano porque permite reflejar las opciones de las personas para satisfacer los bienes y servicios que necesitan. Algunos críticos plantean que no debe incluirse la renta, ya que el desarrollo humano debe tener en cuenta los resultados conseguidos y no los medios. Para otros, por el contrario, el IDH no recoge suficientemente el componente de la renta, lo que hace que resulte poco real a la hora de mostrar las opciones efectivas de las personas. El PNUD incluyó desde el comienzo la renta en el IDH, pero siempre bajo el presupuesto de que a partir de determinados niveles el crecimiento de la misma no tiene igual paralelo en el crecimiento del desarrollo humano. Los procedimientos utilizados por el PNUD para introducir el ingreso en el IDH teniendo en cuenta este supuesto han variado a lo largo del tiempo. El último cambio se produjo en su Informe sobre Desarrollo Humano correspondiente a 1999. En todos los Informes se contienen notas técnicas que explican detalladamente el procedimiento seguido para calcular el IDH. A efectos de su interpretación, el IDH puede oscilar entre los valores 0 y 1, de manera que, cuanto más se acerca un país a la unidad, quiere decir que muestra un mejor desempeño en los resultados de desarrollo humano. El PNUD ofrece todos los años el valor del IDH conseguido por cada país, lo que permite comparar la evolución de un país a lo largo del tiempo, así como establecer comparaciones entre los países en cuanto a sus comportamientos en materia de desarrollo humano. De hecho, aparecen situaciones en que países con similares resultados en cuanto renta per cápita tienen diferencias importantes en los logros de desarrollo humano; o que países con niveles de renta distintos alcanzan los mismos valores de desarrollo humano. Con ello se pone de manifiesto que no hay un automatismo entre resultados de crecimiento económico y resultados de desarrollo humano, y que éste depende de las prioridades que conceda cada país a la forma de utilizar su potencial económico. El debate que ha suscitado el IDH ha sido muy amplio. Entre las críticas que se formulan al IDH se destacan las siguientes: a) que haga la misma ponderación de los tres componentes; b) el tratamiento dado al ingreso, por las razones señaladas más arriba; c) el hecho de que los indicadores que utiliza sean promedios, con las limitaciones que supone al esconder situaciones muy dispares. Pueden añadirse otras muchas, pero el IDH tampoco pretende convertirse en un indicador total del desarrollo, sino mostrar que posee una serie de ventajas sobre el PIB o renta per cápita, ofreciendo un contrapunto crítico a éste. El propio PNUD reconoce que el IDH no es una medida de bienestar, pero indica el empoderamiento o potenciación de las personas, ya que cuando éstas disponen de las tres opciones básicas que recoge se hallan en mejor disposición de tener acceso a otras oportunidades. En este sentido, por muy imperfecto que sea, resulta una alternativa viable al PIB per cápita (PNUD, 1995). 1) Dimensión de género Una aportación interesante de los informes del PNUD ha sido la introducción de indicadores que recogen la discriminación de las mujeres en los resultados del desarrollo humano. Partiendo de las preocupaciones del enfoque, resultaría injustificable que no se tuviera en cuenta la condición de desventaja en que se encuentran las mujeres en la casi totalidad de las sociedades (ver género, igualdad de; género, roles de). La consideración de los resultados del desarrollo humano sin establecer las diferencias entre géneros expresaría una visión sesgada e incompleta. El desarrollo humano resulta imposible si no consigue la igualdad entre hombres y mujeres. Por ello, los Informes sobre Desarrollo Humano han propuesto dos índices para recoger esta dimensión: el Índice de Desarrollo relativo al Género (IDG) y el Índice de Potenciación de Género (IPG). a) Índice de Desarrollo relativo al Género (IDG) Propuesto por el PNUD en 1995, el IDG penaliza la desigualdad entre hombres y mujeres, de manera que su valor disminuye cuando desciende el nivel de adelanto global de hombres y mujeres o cuando aumenta el grado de disparidad entre el adelanto de los unos frente a las otras. El IDG utiliza las mismas variables que el IDH, pero ajusta los resultados para ser sensible a la disparidad entre el adelanto de mujeres y hombres en el logro de las capacidades básicas de salud, educación e ingreso. En todos los países disminuyen los valores del IDG en comparación con el IDH, lo que quiere decir que en todos existe algún grado de desigualdad, ya que en el caso de producirse la equiparación total entre hombres y mujeres los valores de IDG e IDH serían idénticos. b) Índice de Potenciación de Género (IPG) El IPG pretende captar la desigualdad de género en esferas clave de la participación económica y política y de la adopción de decisiones. Así, se centra más en las oportunidades que se ofrecen a las mujeres que en sus capacidades. En cierta forma puede decirse que el IPG resulta más un indicador de empoderamiento que de bienestar. Para ello se utilizan los siguientes indicadores: a) para reflejar la participación económica y la facultad de adopción de decisiones: el porcentaje de participación de mujeres y hombres en puestos administrativos y ejecutivos y el porcentaje de participación en empleos profesionales y técnicos; b) para recoger la participación política: el porcentaje de mujeres y hombres en los escaños parlamentarios. 2) Índice de Libertad Política (ILP) La introducción del componente de la libertad política dentro del IDH fue objeto de controversia desde un principio. Bajo una perspectiva conceptual resulta evidente que la libertad constituye la base para que una persona pueda ejercer sus opciones, y que, por lo tanto, debiera formar parte de cualquier indicador que pretenda medir el desarrollo humano. Sin libertad, la persona se convierte en mera receptora pasiva de bienes y servicios, que satisfacen unas necesidades identificadas por personas ajenas y sin contar con su participación. Pero las dificultades se presentan a la hora de encontrar indicadores capaces de recoger un concepto tan difícil de medir como la libertad. Ante las críticas recibidas porque el primer IDH elaborado no contenía la dimensión de la libertad, los Informes de 1991 y 1992 hicieron dos intentos de considerarla, si bien no como parte integrante del mismo, sino de forma separada como un índice complementario. En 1991 se presentó el Índice de Libertad Humana (ILH), basado en los trabajos hechos por el profesor C. Humana y en 1992 se elaboró un nuevo índice, ahora denominado Índice de Libertad Política (ILP), que contemplaba cinco libertades. En ambos casos, se utilizaron criterios cualitativos para establecer el grado de libertad existente en cada país. Estos esfuerzos por elaborar un indicador que tuviera en cuenta la libertad se truncaron no tanto por la dificultad técnica que implicaba el mismo o por las deficiencias en los existentes, sino por la oposición política de varios gobiernos a los que no agradaba la calificación que recibían sus regímenes políticos. El Informe sobre Desarrollo Humano 2000, dedicado a los derechos humanos, vuelve a suscitar el debate, pero no hace una propuesta concreta de nuevos indicadores de libertad. A. D. Bibliografía
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