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SIDAJonatan RapaportLa epidemia mundial del VIH/SIDA no es únicamente un problema médico ni de salud pública, sino también un importante problema socioeconómico, ya que constituye por sí sola un grave obstáculo para el desarrollo de las familias y de los países del Tercer Mundo, que son los más afectados. El VIH ha desencadenado una epidemia mundial mucho más extensa que la que se predijo hace apenas una década. Según las estimaciones del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA), el número de personas que vivían con el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) o con el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) se situaba a finales del año 2000 en los 36’1 millones. Esa cifra es más de un 50% superior a la que proyectó en 1991 el Programa Mundial sobre el SIDA de la oms[Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados,ver ACNUR, Departamento para la Ayuda Humanitaria de la Comunidad Europea, ver ECHO, Comercio justo, Comida o dinero por trabajo,Proyectos/Programas de, ECHO (Departamento para la Ayuda Humanitaria de la Comunidad Europea), INSTRAW (Instituto Internacionalde Investigaciones y Capacitaciónde las Naciones Unidas parala Promoción de la Mujer), Medios de comunicación, OMC (Organización Mundial de Comercio), OMS (Organización Mundialde la Salud), Comité de Ayuda al Desarrollo,ver CAD, Educación sanitaria y promociónde la salud, Emergencia compleja, Economía moral , ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), CAD (Comité de Ayuda al Desarrollo)] a partir de los datos entonces disponibles (ONUSIDA/OMS, 2000:4). Mientras que los países desarrollados han logrado identificar el perfil de la epidemia, limitar sus efectos destructivos sobre la sociedad y la economía y mantener las tasas de infección por debajo del 1% (0,24% en Europa occidental y 0’6% en América del norte), las tasas en los países en desarrollo –en especial África Subsahariana, pero también algunas partes de Sudamérica, el Caribe y Asia– adquieren dimensiones incontrolables y la brecha en la cantidad de afectados por el VIH/SIDA se está ampliando rápidamente. Esa diferencia no es sólo en las tasas de infección, sino también en la posibilidad de acceso al tratamiento, al conocimiento y a la prevención. Además, se ha estimado que la carga que significa la epidemia sobre la economía es unas cien veces mayor en África que en los países occidentales (UNAIDS, 1996). En consecuencia, el impacto de la epidemia en los países del tercer mundo, que albergan el 95% de los infectados (ONUSIDA/OMS, 2000: 5), está echando por tierra los avances tan difícilmente alcanzados por muchos países en el campo sanitario, social y económico durante décadas de esfuerzo e inversiones. La epidemia de VIH más grave del mundo se sufre hoy en el África Subsahariana, donde vive sólo el 10% de la población mundial pero el 70% de los infectados. El SIDA se ha convertido en la primera causa de muerte en el continente, representando el 19% de todos los fallecimientos (WHO, 1999:110). Durante el año 2000, murieron de SIDA en todo el mundo, aproximadamente 3 millones de personas, de las cuales 2’4 millones, un 80%, eran africanas (ONUSIDA/OMS, 2000:5). La situación de la epidemia en África revela la estrecha vinculación que existe entre el VIH/SIDA y la pobreza, no sólo en este continente sino en todos los países del Tercer Mundo. Asimismo, la vulnerabilidad del continente africano frente al VIH se ve agravada por múltiples factores, como las desigualdades entre hombres y mujeres, las migraciones, los desplazamientos de población, los desequilibrios económicos, la inestabilidad política y los conflictos armados, así como por la precariedad de los sistemas de salud. Directa, o indirectamente, estos factores debilitan a las personas y a las comunidades, al tiempo que incrementan su exposición al VIH.
Fuente: ONUSIDA/OMS (2000:8). Con la creciente propagación de la epidemia del VIH/SIDA en los países del Tercer Mundo, se ha hecho evidente la mayor vulnerabilidad de las mujeres en comparación a los hombres. En contraste con el resto del mundo, donde la proporción de mujeres infectadas es menor a la de los hombres (20% en Europa occidental y América del Norte), en el África Subsahariana el 55% de las personas que viven con VIH son mujeres (ONUSIDA/OMS, 2000:5). Aunque no se sabe con certeza por qué, existen factores de tipo biológico y cultural que ayudan a explicar este fenómeno. Se sabe que en las relaciones sexuales el virus se transmite más fácilmente de los varones a las mujeres que de las mujeres a los hombres. Asimismo, la condición económica de las mujeres en las sociedades tradicionales del Tercer Mundo es inferior a la del hombre, al igual que su nivel de educación, lo cual incrementa su dependencia respecto a su cónyuge. Su desventaja con respecto a la toma de decisiones en relación con el sexo le impide tomar medidas preventivas –aun estando informada– como la introducción del uso del preservativo en sus relaciones sexuales, así como cuestionar a su marido por sus posibles relaciones extramatrimoniales. La violencia contra las mujeres es una fuente adicional de vulnerabilidad frente al VIH. Las violaciones sexuales son una práctica mucho más frecuente de lo que parece y casi siempre se realizan sin protección (ver mujeres, violencia contra las). Las migraciones laborales, sobre todo desde las zonas rurales hacia las urbanas e industriales, cuyo origen se remonta a la época colonial, separan a los hombres de sus mujeres por largos períodos, rompiendo así sus relaciones familiares y sexuales estables. La migración ha concentrado a los hombres en centros urbanos, plantaciones y minas, favoreciendo las relaciones sexuales extramatrimoniales y la prostitución, lo que contribuye a la propagación de enfermedades sexualmente transmisibles, entre ellas el VIH/SIDA. Las guerras y la inestabilidad política generan condiciones aún más favorables para la propagación de la epidemia del VIH/SIDA. Las violaciones, un arma de guerra desde tiempos inmemoriales, se utiliza a menudo para humillar y controlar el comportamiento de las poblaciones civiles o para debilitar al enemigo destruyendo los lazos familiares y sociales (ver conflicto civil). Las mujeres violadas por personal militar sufren no sólo lesiones físicas, psicoemocionales y riesgo de quedar embarazadas, sino que también están expuestas a un mayor riesgo de contraer el VIH y otras infecciones de transmisión sexual en comparación a cualquier otra práctica sin protección. Esto se debe no sólo a que la violación puede desgarrar los tejidos y en consecuencia crear un punto de fácil entrada para el VIH, sino porque su violador tiene más riesgo de estar infectado. En la mayor parte de los países, por ejemplo, las tasas de infección por enfermedades de transmisión sexual son de dos a cinco veces mayores entre los militares en comparación con la población civil, incluso en tiempos de paz, si bien las cifras aumentan notablemente en tiempos de conflicto (ONUSIDA, 2000:50). Los desastres de origen natural o humano también alimentan la epidemia a través de los desplazamientos masivos de población. Los refugiados[Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados,ver ACNUR, Refugiado: definición y protección, Refugiados, Campo de, Refugiados: impacto medioambiental, Refugiados medioambientales, Refugiados: problemática y asistencia, Reintegración de refugiadosy desplazados, ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), Salud de los refugiados] y desplazados internos son colectivos con alto riesgo de contraer el VIH, debido a factores como la inseguridad física, la pobreza, la desintegración de las familias y de las redes de apoyo, y las condiciones de vida en los campos de refugiados (ver refugiados, campos de). Asimismo, la mezcla de una población con diferente perfil de prevalencia también ayuda a diseminar la infección. En el caso de Mozambique, por ejemplo, las tasas de VIH aumentaron de forma notable cuando casi dos millones de refugiados volvieron a sus casas entre 1992 y 1995 desde Malawi y otros países vecinos, donde las tasas de VIH eran mucho más altas (Palmer, 1998:10). No se puede eliminar el problema del VIH/SIDA a corto plazo, pero se puede reducir sensiblemente su impacto negativo. En este sentido, junto a las medidas de empoderamiento socioeconómico de las comunidades afectadas, la prevención de la propagación es el elemento clave. En las dos décadas transcurridas desde el comienzo de la epidemia, la mayoría de los países han puesto en marcha programas nacionales de control y prevención del VIH/SIDA con el apoyo de organismos internacionales y con la colaboración de ong[ONG, Redes de, ONG (Organización NoGubernamental)] tanto locales como internacionales. Algunos países en desarrollo han logrado estabilizar sus tasas de infección e incluso revertir la tendencia de la epidemia que antes parecía imposible parar, destacando en África el caso de Uganda: gracias a unos programas de prevención sólidos y persistentes se ha logrado reducir la prevalencia en más de una cuarta parte, de casi un 14% a comienzos de los noventa a un 8% en la actualidad (ONUSIDA, 2000:9) El gobierno reclutó a líderes tradicionales y religiosos y otros sectores de la sociedad en un vigoroso debate que ayudó a forjar un consenso sobre la necesidad de atacar al problema del SIDA. Un programa activo de prevención, enfocado al retraso de las relaciones sexuales y la discusión sobre sexo más seguro, fueron introducidos en los colegios. Se organizaron grupos comunitarios encargados de aconsejar a individuos y a familias que convivían con el virus. 1) Lucha contra las enfermedades de transmisión sexual En términos generales, las relaciones sexuales heterosexuales sin protección son el principal mecanismo de transmisión del VIH en el África Subsahariana. La alta incidencia de otras enfermedades de transmisión sexual (ETS) en esta región, y entre éstas las ulcerativas como la sífilis, el chancro o el herpes, favorecen enormemente el paso del VIH de un organismo al otro, facilitando la propagación del VIH por esta vía de contagio. Las medidas de salud pública para luchar contra las ETS clásicas son similares a las medidas que se deben tomar contra la propagación del VIH, con la diferencia de que la mayoría de las ETS clásicas pueden curarse y los tratamientos suelen ser relativamente baratos. En la lucha contra las ETS, según Nersesian y Brady (1995:27-28), las medidas más importantes son: a) la educación de la población y promoción de comportamientos sexuales más seguros; b) la disponibilidad extendida de preservativos asequibles (masculinos y femeninos); c) la integración de los cuidados de ETS en el suministro de cuidados de atención primaria de la salud; d) la gestión adecuada de los casos de ETS, incluyendo el uso de medicamentos apropiados, la educación y el asesoramiento de los pacientes, el suministro de tratamientos efectivos para los contactos sexuales, y el control durante el embarazo, cuando sea posible, de las ETS que no producen síntomas, tales como la sífilis. 2) Prevención de la transmisión materno-infantil del VIH La transmisión vertical, por la cual el hijo de una madre vih-positiva adquiere el virus antes o durante el nacimiento o a través de la leche materna (ver lactancia materna), es la segunda vía de transmisión más común en el África Subsahariana en la población general y la principal fuente de contagio de los niños menores de 15 años. En los núcleos urbanos del África meridional son frecuentes tasas de infección por el VIH del 20%-30% ente mujeres embarazadas, habiéndose registrado tasas del 60%-70% en ciertas zonas de Zimbabwe y del 43% en Boswana (ONUSIDA, 1999:5). Entre un 25% y un 35% de los hijos de mujeres seropositivas adquiere la infección durante el embarazo, el parto o a través de la leche materna. Tanto la falta de acceso a los medicamentos antirrerovíricos que han demostrado ser efectivos en la reducción de la transmisión vertical, como la falta de alternativas seguras y asequibles a la leche materna, hacen que la brecha en el índice de la transmisión madre-hijo entre los países industrializados y los países pobres esté aumentando. Las estrategias actuales para prevenir la transmisión materno-infantil se basan en la actualidad en tres ejes principales: a) la prevención primaria, es decir, la adopción de medidas generales para evitar que las mujeres en edad de procrear se infecten por el VIH; b) la prestación de servicios de planificación familiar con el fin de capacitar a las mujeres para que puedan evitar tener hijos no deseados u optar por la interrupción del embarazo cuando es legal (ver natalidad, políticas de control de la); y c) brindar mayores opciones para las mujeres seropositivas que quieren tener hijos, en especial un plan terapéutico con fármacos antirretrovirales para prevenir la infección durante el embarazo y en el parto, y alimentación de sustitución para el recién nacido (lo cual sólo es posibles cuando las madres conocen su estado de infectadas, posible a través de un acceso a los servicios de asesoramiento y pruebas voluntarias). 3) Acceso al asesoramiento y a las pruebas voluntarias del VIH La mayor parte de los 36’1 millones de personas en todo el mundo que en el año 2000 viven con el VIH no saben que están infectadas por el virus. En los países más golpeados por la epidemia esta proporción llega al 90% de los afectados (IFRC, 2000:65). Algunos de los obstáculos para que las personas puedan conocer su estado radican en la ignorancia acerca de la enfermedad, en la falta de servicios adecuados para realizar las pruebas de VIH y recibir el asesoramiento adecuado, y en el estigma aún generalizado que se asocia al SIDA y que puede generar rechazo e incluso violencia contra las personas que se sabe que son VIH-positivas. El asesoramiento y las pruebas voluntarias (APV) del VIH es el proceso a través del cual un individuo recibe asesoramiento que le permite elegir con conocimiento de causa si se somete o no a la prueba del VIH. Esta decisión corresponde por entero al individuo y debe garantizársele que todo el proceso será confidencial. La APV aplicada de forma adecuada tiene beneficios preventivos y asistenciales, y contribuyen a romper el círculo vicioso del miedo, el estigma y la negación que rodea la enfermedad en muchas sociedades. Las personas que descubren que son VIH-negativas pueden tomar medidas para permanecer libres de infección, como utilizar preservativos o negociar con su pareja para que se someta a una prueba de VIH. Las personas que resultan VIH-positivas, incluso si carecen de acceso a los medicamentos antirrerovíricos, pueden adoptar medidas higiénico-sanitarias para mejorar su calidad de vida (cuidados higiénicos, alimentación adecuada, utilización de medicamentos básicos para prevenir las enfermedades causadas por el debilitamiento del sistema inmunológico, etc.). Asimismo, pueden adoptar medidas para impedir infectar a otras personas y prevenir la transmisión materno-infantil del virus. Además, la familia puede beneficiarse cuando la infección se descubre lo suficientemente pronto por cuanto esto le permite planificar de forma anticipada la seguridad económica de los supervivientes. Por último, el asesoramiento y las pruebas voluntarias del VIH aportan ventajas para la comunidad, en especial cuando las personas con VIH tienen la seguridad suficiente para expresarse abiertamente respecto a su infección y participar de forma activa en la lucha contra la epidemia. Las personas que viven con el VIH pueden aportar su experiencia para la acción contra el SIDA y ayudar a los vecinos, las instituciones y los responsables de la elaboración de políticas a afrentar la realidad de la epidemia. Muchas personas, en especial en zonas rurales de países en desarrollo, carecen todavía del acceso a las pruebas del VIH. En muchas ocasiones, el asesoramiento es deficiente o simplemente inexistente, y no siempre se garantiza la confidencialidad. Muchas ONG trabajan para mejorar el acceso de las personas a la APV. En Uganda, la ONG AIC (The Aids Information Centre) ha facilitado el acceso al APV a 450.000 personas en todo el país, mientras que TASO (The Aids Support Organization), la mayor ONG africana que trabaja exclusivamente con el VIH/SIDA y que provee cuidados médicos, asesoramiento y apoyo social a los infectados y a sus allegados, está difundiendo con fuerza la práctica de APV en comunidades rurales empobrecidas (IFRC, 2000:65). 4) Mejorar el acceso a la medicación Los únicos métodos de diagnóstico certeros son el análisis de laboratorio de la sangre o de la saliva. Una vez que es diagnosticada como seropositiva, la persona estará infectada para toda su vida y probablemente padecerá graves infecciones o enfermedades oportunistas, es decir, aquellas causadas por el debilitamiento de su sistema inmunitario como consecuencia del SIDA. Aunque en la actualidad el VIH/SIDA sigue siendo incurable, es decir, aún no se ha encontrado ningún medio para erradicar el virus del cuerpo y devolver la plena salud, no es intratable. Existen medicamentos antirretrovíricos que pueden contener el avance de la infección por el VIH, así como medicamentos efectivos contra las infecciones oportunistas. La mayoría de las personas infectadas que pueden acceder a estos tratamientos pueden llevar vidas casi del todo normales por un período de tiempo aún indefinido. No obstante, los costosos medicamentos antirretrovíricos no están disponibles para la mayor parte de las personas en los países pobres, que a menudo tampoco tienen acceso a los medicamentos esenciales contra las infecciones oportunistas. En las personas que no reciben la terapia anterretrovírica, el tiempo que transcurre entre la infección por el VIH y el desarrollo de las enfermedades graves que definen el síndrome es de entre ocho y diez años. Pero la mayor parte de esos enfermos no sobreviven más de dos años después de manifestarse el SIDA (ONUSIDA, 2000:10). Al menos doce millones de personas que viven en los países del Tercer Mundo necesitarían con urgencia estos medicamentos (Panos, 2000:23). La mayoría de ellos habitan en los países más empobrecidos del mundo que de ninguna forma pueden permitirse el alto coste de estos medicamentos antirrerovíricos, de los exámenes médicos y de las consultas. Los dos factores principales que obstaculizan el acceso universal al tratamiento del SIDA en los países del Tercer Mundo son la precariedad de los sistemas de salud y la falta de medicamentos (Panos, 2000:13). Donde la infraestructura sanitaria es pobre –número insuficiente de establecimientos sanitarios, camas, laboratorios, personal capacitado, etc.– no se puede diagnosticar la enfermedad adecuadamente y no se pueden ofrecer los tratamientos y los cuidados necesarios. La falta de acceso a los medicamentos se debe a su elevado precio. Al estar aún protegidos por patentes en los países ricos, y dadas las regulaciones internacionales del comercio, existen restricciones para fabricarlos de forma genérica en los países del Tercer Mundo, como sucede con muchos medicamentos esenciales. Mientras que las grandes compañías farmacéuticas justifican los altos precios en los costes de investigación y desarrollo, otras voces denuncian que éstos se deben a la búsqueda de grandes beneficios por parte de las grandes compañías farmacéuticas. Lo cierto es que los precios de los medicamentos en el mercado pueden llegar a ser 100 veces superiores al coste directo de su fabricación y que gran parte del desarrollo de nuevos medicamentos en los países industrializados, incluso de aquellos medicamentos que no llegan a salir al mercado, son subvencionadas por entidades públicas (Panos, 2000:33). 5) Mejorar las prestaciones de los servicios de salud En el momento en que apareció el problema del VIH/SIDA, los sistemas de salud de los países del Tercer Mundo se veían incapaces de afrontar el doble reto de las enfermedades infecciosas y de las enfermedades de nueva aparición vinculadas al desarrollo. Actualmente, con la carga de la epidemia del VIH/SIDA, los servicios de atención sanitaria resultan aún más escasos, por cuanto gran parte de sus recursos se tienen que desviar hacia el cuidado de los pacientes con SIDA que, por las severas y frecuentes infecciones que presentan, generan una gran demanda de atención sanitaria y de medicamentos. De esta manera, personas con enfermedades que cuentan con tratamientos más simples y asequibles quedan a veces fuera del sistema de salud. En Kenia, se estima que más del 50% de las camas en los hospitales están ocupados por pacientes con afecciones relacionadas con el VIH (FICR, 2000:53). Asimismo, la gran cantidad de dinero que requerieren los programas nacionales para el SIDA merman la financiación de otros programas de salud pública tan vitales como los de vacunación de los niños. 6) Asistencia a las personas que viven con el VIH/SIDA Las necesidades de las personas con VIH o con SIDA van mucho más allá de las terapias antirretrovirales o el tratamiento de las enfermedades oportunistas. Quienes están infectados necesitan apoyo sicológico y social para afrontar las implicaciones propias de la enfermedad (brotes repetidos de enfermedades oportunistas, debilitamiento y, en última instancia, la muerte), y superar el miedo a ser condenados o rechazados por su propia familia o comunidad. Muchas ONG y organizaciones comunitarias (incluidas las formadas por personas seropositivas) están actuando en este campo intentando satisfacer la demanda de millones de personas en cuanto a apoyo psicológico y social, además de suministrar parte de los cuidados médicos en apoyo a la estructuras de salud. Al mismo tiempo, estas organizaciones siguen presionando a las autoridades políticas con el fin de conseguir mayor apoyo y tratamientos más asequibles y eficaces. A partir de la aparición a mediados de los 90 de terapias antirretrovirales efectivas, muchas ONG, tanto locales como internacionales, vienen presionando a las autoridades políticas, compañías farmacéuticas y organismos internacionales a favor del acceso universal a estos tratamientos. 7) Alivio de las repercusiones económicas del VIH/SIDA Como consecuencia de la epidemia de VIH/SIDA, muchos países africanos han sufrido un retroceso en su Índice de desarrollo humano, la clasificación publicada por el pnud (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) que refleja los niveles de salud, riqueza y educación. Casi todos los principales cambios a la baja pueden atribuirse a un descenso de la esperanza de vida. En el África meridional, este indicador había aumentado un total de 15 años, desde 44 años a principio de los años 50 hasta 59 años a principio de los 90. Según las Naciones Unidas, cabe prever que la esperanza de vida vuelva a retroceder, como consecuencia del SIDA, hasta los 45 años entre el 2005 y el 2010. En comparación, la esperanza de vida en el sur de Asia, otra de las regiones más pobres del mundo, está evolucionando de forma muy distinta. Mientras que en 1950 las personas nacidas en el sur de Asia apenas sobrevivían por término medio hasta los 40 años, cabe esperar que el 2005 vivan 22 años más que los habitantes de la región del África meridional (ONUSIDA, 2000:23). Los cambios demográficos afectan al crecimiento económico, algo que se pone de manifiesto en especial en el caso del SIDA, donde los cambios más relevantes se producen en el sector de la población económicamente más activa. El efecto del VIH sobre la economía no está dado sólo por el aumento de la mortalidad, sino también por el índice de incapacidad laboral por enfermedad. Cuando un miembro de la familia enferma de SIDA, los miembros de ésta, comienzan a reacomodar su tiempo, reevaluar las decisiones y modificar su consumo e inversión. En ausencia de programas de bienestar social en la mayoría de los países del tercer mundo, la mayoría de los hogares tienen que contar con los recursos propios y la ayuda de la familia extendida y los vecinos a fin de hacer frente al SIDA. Cuando un miembro de la familia enferma y luego muere por SIDA, el coste en tiempo y en dinero para la familia puede ser tan alto que puede caer en el empobrecimiento. Un hogar en el distrito de Rakai, en Uganda, puede gastar un tercio de sus ingresos anuales en un mes de tratamiento o en un solo funeral (UNAIDS, 1996). Las vías para combatir las repercusiones económicas de la epidemia van desde los préstamos o ayudas a las personas con VIH, hasta complejas medidas económicas para prevenir y aliviar las consecuencias de la epidemia sobre la agricultura, el sistema educativo y el sector privado. Las medidas paliativas pueden estar dirigidas a un problema bien definido, como el número creciente de huérfanos, o pueden ser de naturaleza más general. Según han demostrado varias experiencias realizadas, por ejemplo, en Malawi y Uganda, los microcréditos constituyen un mecanismo muy útil para ayudar a las comunidades con personas VIH-positivas (ONUSIDA, 2000:95). Por otra parte, la condonación de la deuda externa de los países pobres ayudaría a que éstos dispusieran de fondos para incrementar los presupuestos de sanidad, educación y servicios sanitarios básicos. 8) El cuidado de los huérfanos del SIDA Otra secuela importante del VIH/SIDA en los países del Tercer Mundo es el incremento de la orfandad. Los huérfanos del SIDA son niños seronegativos que han perdido a su madre o a ambos padres por el SIDA cuando tenían menos de 15 años de edad. A finales de 1999, el número de éstos en el África Subsahariana era de 10 millones (IFRC, 2000:55). El número de niños que necesitan ayuda está aumentando al tiempo que el número de familias capaces de proporcionar la misma se está reduciendo. Los mecanismos comunitarios tradicionales para la acogida de los niños huérfanos están viéndose desbordados, en tanto que las soluciones de los gobiernos tardan en llegar. Al existir una gran cantidad de niños sin atención y cuidado aumentan los problemas de abuso, delincuencia y explotación generados por las necesidades insatisfechas de esos niños y de su alta vulnerabilidad. 9) El problema en el sector educativo El SIDA afecta al sistema educativo en diferentes aspectos. a) El aumento de la mortalidad infantil por un lado y la necesidad de reemplazar en el hogar o en el campo a un familiar enfermo o que ha muerto por otro, están llevando a la disminución de la tasa de matriculación escolar. b) El empobrecimiento de la familia conlleva una menor posibilidad de los niños de acceder a la escuela. c) La menor asistencia a la escuela reduce la posibilidad de utilizar en ellas la educación sexual de los adolescentes como una herramienta preventiva contra la epidemia, lo que da lugar a un círculo vicioso. d) El número de maestros, en su gran mayoría pertenecientes al grupo de edad más afectado por el VIH, también se está viendo mermado, lo que obligará al reclutamiento y formación de nuevos maestros, con el consiguiente coste para unos sistemas educativos ya infradotados de recursos. 10) Conocer las diferencias entre hombres y mujeres frente al VIH/SIDA Las mujeres son más vulnerables frente al VIH, pero los hombres son los que alimentan la epidemia y a su vez tienen más posibilidades de frenar su propagación. El comportamiento de los hombres se encuentra en el corazón de la epidemia del SIDA. Los hombres tienen más oportunidades de contraer y de transmitir el VIH; son habitualmente los que determinan las circunstancias de las relaciones sexuales o la inyección de drogas; y muchas veces se niegan a protegerse y a proteger a su compañera/o. Estos comportamientos están fuertemente influidos e incluso avalados por percepciones sobre la masculinidad muy difundidas en muchas sociedades, y que en general son compartidas por las mujeres. Los intentos de controlar la propagación del VIH deben por una lado tener en cuenta las restricciones y las desventajas de las mujeres de las diferentes comunidades frente a los hombres, en especial las del medio rural, y reconocer la importancia crucial de incrementar las opciones económicas de las mujeres a través de proyectos generadores de ingresos e iniciativas políticas, para que fortalezcan su posición y participación en la sociedad (ver empoderamiento). Por otro lado, deberán reconocer el enorme potencial de los hombres para frenar la transmisión del VIH, cuidar a los familiares infectados y ocuparse de los huérfanos y otros supervivientes de la epidemia. 11) Desarrollo de vacuna contra el SIDA Como ocurre con cualquier otra enfermedad infecciosa, la diseminación del VIH podría controlarse con una vacuna preventiva, eficaz y asequibles. No obstante, el desarrollo de la vacuna contra el VIH/SIDA es complejo y aún sigue planteando múltiples problemas, no sólo puramente científicos, sino también logísticos y éticos. Algunos de los obstáculos son la adaptación de la vacuna a las diferentes cepas del virus que circulan por el mundo, la falta de infraestructuras científicas e institucionales en los países en desarrollo para llevar a cabo los ensayos sobre las vacunas y la disponibilidad de una vacuna realmente asequible para los países y personas pobres son sólo. En la actualidad, con los recursos científicos disponibles, la infección de VIH/SIDA puede potencialmente convertirse en una enfermedad crónica y relativamente bien tolerada. Desafortunadamente esto es aplicable sólo para el 10% de las personas infectadas por el VIH. Las enormes diferencias en las tasas de infección por VIH y de mortalidad por SIDA entre los países ricos y pobres, y muy especialmente ente África y el resto del mundo, seguirán ampliándose probablemente a lo largo de los próximos años. Es posible que los esfuerzos nacionales e internacionales aún puedan contribuir a acabar con este silencio vergonzoso y los estigmas que rodean al VIH/SIDA en muchos países; a derribar los mitos y conceptos erróneos que se traducen en prácticas sexuales peligrosas; a promover iniciativas de prevención, como el uso de preservativos, que pueden reducir la transmisión sexual; a crear condiciones para que los niños pequeños tengan los conocimientos y apoyo psicológico y económico que necesitan para crecer sin el VIH, y a dedicar dinero para proporcionar asistencia a las personas infectadas por el VIH y apoyar a sus familias. Un pequeño número de países en el Tercer Mundo ha logrado reducir la magnitud de la epidemia en sus comunidades. El reto para los dirigentes de los países más afectados, en especial en el África Subsahariana, y para la comunidad internacional en su conjunto, es adaptar y ampliar a gran escala aquellas estrategias ya existentes que dificultan la propagación del virus y permiten a las personas infectadas llevar una vida plena y satisfactoria. J. R. Bibliografía
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