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CuidadoKarlos Pérez de ArmiñoProvisión, en el marco de la familia y la comunidad, de tiempo, atención y apoyo para satisfacer las necesidades físicas, mentales y sociales de los niños y otros miembros dependientes (ancianos, enfermos o discapacitados). Consiste en uno de los principales determinantes de su estado de nutrición, salud y bienestar. El cuidado (care, en inglés), sea maternoinfantil o de otro tipo, implica proporcionar una nutrición adecuada (calidad de los alimentos, frecuencia de las comidas, lactancia materna), higiene, diagnóstico de enfermedades, atenciones durante éstas y en la convalecencia, apoyo emocional (cariño, sensación de seguridad), estimulación del lenguaje y las capacidades cognitivas, vestido, etc. El cuidado no es estrictamente indispensable para la subsistencia, con la salvedad de que los niños menores de tres años dependen casi totalmente de otras personas para su alimentación, y los niños entre tres y seis años en gran medida también. En cualquier caso, un buen cuidado siempre tiene una influencia positiva de cara a garantizar un consumo nutricional adecuado y a la protección contra las enfermedades. De este modo, un modelo causal de la desnutrición desarrollado por UNICEF, ampliamente difundido, incluye al cuidado materno-infantil inadecuado como una de las tres causas inmediatas de aquélla, siendo las otras dos una seguridad alimentaria familiar insuficiente, y unos servicios de salud insuficientes en un medio insalubre (ver malnutrición). Este modelo ha sido ratificado por diferentes estudios empíricos que demuestran que una pérdida en el nivel de cuidado infantil o de la salubridad disminuye el desarrollo de los niños y contribuye decisivamente al aumento de la mortalidad en las hambrunas. Sin embargo, lo cierto es que de las tres causas de la desnutrición, esto es, la alimentación, la salud y el cuidado, este último es el que menos se ha investigado y al que se presta menos atención. El cuidado exige el uso óptimo de los recursos alimentarios, económicos, humanos y organizativos de la familia. En los países en desarrollo, su provisión suele ser llevada a cabo fundamentalmente por las madres, y secundariamente también por otros familiares, como abuelas, hermanos y padres, así como por servicios fuera del hogar (guarderías, sistema sanitario o educativo, etc.). Pero dado que el cuidado está ligado básicamente a los roles femeninos, con frecuencia la capacidad de proporcionarlo se ve mermada por distintas limitaciones que afectan a las mujeres: a) de tiempo, por sobrecarga de trabajo, que obliga, por ejemplo, a reducir las tomas de pecho; b) de conocimientos, sobre salud, nutrición, planificación familiar, etc.; c) de acceso a los recursos económicos familiares o comunitarios, pues, según se ha comprobado, el control de los ingresos familiares por la mujer suele redundar en una mejora de la nutrición, salud y educación de los niños y en el bienestar familiar, y d) del estado de salud o nutricional de las madres (ACC/SCN, 1991:15). Todas las sociedades y culturas tienen determinadas prácticas de cuidado tradicionales, la mayoría de las cuales son saludables y contribuyen al bienestar y desarrollo de los niños. Una excepción son las prácticas discriminatorias en cuanto al cuidado, la alimentación y la salud que sufren las niñas en comparación con los niños de algunos países del Sur de Asia. Ahora bien, muchas de las prácticas tradicionales se han visto alteradas, con frecuencia negativamente, como resultado de los procesos de modernización, occidentalización y urbanización de las sociedades del Tercer Mundo. Un conocido ejemplo al respecto es el declive de la lactancia materna, alentada por la promoción de sucedáneos industriales, el trabajo fuera de casa y ciertas prácticas médicas occidentales. Frente a esta tendencia, es necesaria la protección, apoyo e incluso recuperación de prácticas tradicionales como el amamantamiento, o el uso de comidas tradicionales de destete (como una papilla de cereal con cacahuetes, vegetales verdes y legumbres) en lugar de papillas comercializadas. Además, el cuidado también puede verse favorecido por actuaciones orientadas al establecimiento de servicios sanitarios o educativos (como guarderías); la educación nutricional o sanitaria de las madres; el empoderamiento de las mujeres con la defensa de sus derechos (bajas por maternidad, acceso a servicios básicos, gestión del suministro de agua para reducir su carga de trabajo, etc.) (Latham, 1997:352-5). K. P. Bibliografía
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