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DesmovilizaciónKarlos Pérez de Armiño y Marta AreizagaProceso de licenciamiento del personal de las fuerzas armadas regulares o irregulares (guerrillas, milicias, paramilitares), generalmente tras la conclusión del conflicto y en el marco de un proceso de paz, como paso previo a su reintegración socioeconómica. La desmovilización de los soldados de los distintos bandos, y su posterior reintegración en la vida socioeconómica del país, es una de las tareas más importantes, pero también más difícil política y técnicamente, en los procesos de rehabilitación posbélica al acabar las guerras, sobre todo tras los conflictos civiles. En muchos casos, la desmovilización suele llevarse a cabo bajo la verificación de observadores militares de las naciones unidas, y las condiciones en que se realiza suelen detallarse en los acuerdos de paz firmados entre los contendientes, en el caso de que existan. Su ejecución debe basarse en una clara comprensión de las condiciones locales y de la dinámica del conflicto en el país, al tiempo que su éxito es esencial para que el proceso de paz sea irreversible y evitar riesgos de rebrote del conflicto. Sin embargo, los procesos de desmovilización y reintegración con frecuencia carecen de la planificación y de la coordinación conjunta necesarias. El proceso de desmovilización consiste en el acuartelamiento o acampamiento de las tropas en zonas especificadas; la entrega, almacenamiento, custodia y eliminación de sus armas; y la puesta en práctica de programas temporales para satisfacer sus necesidades inmediatas y para ayudarles a su reintegración socioeconómica, de modo que sean capaces de mantenerse a sí mismos y a sus familias. Estos programas suelen proporcionarles documentación, raciones de comida, vivienda, material de construcción, acceso a la tierra e insumos agrícolas (semillas, herramientas), dinero, microcréditos blandos para la reconstrucción de sus propiedades o para la creación de microempresas, así como cursos de capacitación (Ball, 1997:86-90). Una de las claves en este proceso radica en las citadas compensaciones materiales a cambio de la entrega de las armas. Con frecuencia estos programas fracasan debido a que los desmovilizados se muestran recelosos de desprenderse de su armamento si perdura la inestabilidad política, si tienen la posibilidad de venderlas en el mercado negro y, sobre todo, si no disponen de otras fuentes de sustento alternativas. Por consiguiente, sólo hay garantías de éxito si se crean unas condiciones en las que la población, y ellos en particular, se sientan seguros en el plano político, económico y social. De este modo, la desmilitarización sólo es viable si simultáneamente se dan progresos en todos los planos del proceso de rehabilitación. Los cursos de formación tienen gran importancia sobre todo para aquellos excombatientes que, reclutados en su adolescencia, han permanecido largamente apartados de la vida civil o laboral y cuya única instrucción ha sido la militar. Deben abarcar la enseñanza básica, la formación profesional en los sectores con más salida durante la reconstrucción y la capacitación en técnicas agrícolas. Por otro lado, es importante que todos estos programas de reintegración estén listos para ser ejecutados ya en el momento en que se proceda al desarme y la desmovilización a gran escala, pues lo contrario provocaría muy probablemente una fuerte desestabilización social. Éste fue el caso de Namibia a principios de los 90, donde, al no existir inicialmente ningún programa de reintegración, el 80% de los excombatientes permanecían desempleados 16 meses después de ser desmovilizados, lo que se tradujo en un incremento de la criminalidad. A fin de diseñar los programas de tipo formativo, es oportuno que las autoridades o agencias de ayuda realicen previamente una evaluación de las cualificaciones y experiencia de los excombatientes. Algunas de ellas, adquiridas durante la guerra, pueden ser válidas en la vida civil, desde la conducción de vehículos hasta el pilotaje de aviones. Su experiencia les faculta también para ser empleados en programas de desactivación de minas y de munición sin estallar. Del mismo modo, algunas capacidades adquiridas, como la disciplina y la resistencia a condiciones de dureza extrema, pueden ayudarles a desempeñar determinadas actividades en el mercado de trabajo. Sin embargo, otros factores actúan con frecuencia en su contra. La falta de experiencia laboral implica que a menudo carezcan de un hábito de trabajo regular y de cualificaciones para la vida civil, por lo que suelen sufrir el desempleo en mayor proporción que otros sectores. A veces, los que han crecido en el medio castrense carecen de aptitudes como la de administrar su presupuesto personal, o de capacidad para tomar decisiones propias, necesarias en la vida civil. En este sentido, un estudio de Coelho y Vines (1994) sobre la desmovilización en la provincia mozambiqueña de Zambezia comprobó que la reintegración fue más fácil en las zonas rurales que en las urbanas. A pesar de las dificultades para desempeñar la agricultura (dificultades de acceso legal a la tierra, falta de créditos, dificultades de comercialización), los desmovilizados que se asentaron en el campo se beneficiaron de la ayuda complementaria proporcionada por las redes sociales tradicionales de solidaridad (ver capital social y economía moral). Por el contrario, los que se instalaron en las ciudades, al estar fuera de sus zonas de origen, no pudieron beneficiarse de los mecanismos de solidaridad comunitaria o familiar, al tiempo que carecían de cualificaciones aptas para el mercado laboral urbano, saturado por la afluencia de los retornados. Sin embargo, no suele ser fácil que personas dedicadas a las armas durante mucho tiempo acepten volver a ser simples campesinos (lo que eran antes muchos de ellos), debido a que, sobre todo los jóvenes, habrán asumido nuevos hábitos, aspiraciones y expectativas. En efecto, una de las mayores diferencias con otros grupos no está en sus condiciones socioeconómicas, sino en la percepción que tienen de sí mismos y en sus expectativas. A diferencia de los antiguos refugiados[Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados,ver ACNUR, Refugiado: definición y protección, Refugiados, Campo de, Refugiados: impacto medioambiental, Refugiados medioambientales, Refugiados: problemática y asistencia, Reintegración de refugiadosy desplazados, ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), Salud de los refugiados] y desplazados internos retornados (ver retorno) y de otros grupos sociales, los excombatientes suelen tener grandes expectativas para la mejora de sus vidas, expresándolas frecuentemente con demandas continuas, a veces virulentas, ante el gobierno o los donantes de ayuda. A esto contribuye su conciencia de grupo con una problemática específica y el hecho de estar organizados en asociaciones como la mozambiqueña AMODEG, estudiada por Schafer (1998). Además, tras un conflicto prolongado y en el que se ha subsistido mediante el pillaje, es difícil superar la cultura de la violencia y las actitudes negativas adquiridas. De este modo, los excombatientes, sobre todo si no han sido desarmados y reintegrados de forma efectiva, son particularmente susceptibles de implicarse en actividades criminales, constituyendo uno de los principales focos de inestabilidad social. Un tema debatido es si deben ser objeto de programas de ayuda especiales, dados sus problemas específicos, o si se les debería incluir en una estrategia de reintegración global junto a retornados y otros sectores desfavorecidos, con objeto de evitar el peligro de etiquetarles como un grupo separado, que podría hacerles objeto de discriminación social, o generar la impresión de que haber empuñado las armas les concede el derecho a privilegios. En cualquier caso, es preciso que su proceso de reintegración marche en paralelo al de los otros grupos sociales. Dentro del colectivo de los desmovilizados existen sectores cuya reinserción plantea problemas específicos. Los soldados discapacitados, por ejemplo, pueden tener dificultades para reinsertarse laboralmente, requieren ayuda profesional para su rehabilitación física (cirugía, ortopedia, fisioterapia) y sus pensiones de invalidez pueden suponer una fuerte carga al Estado durante veinte o treinta años. A veces se olvida su problemática pensando que su incapacidad les hace menos peligrosos, concepción errónea que puede amenazar la estabilidad social a largo plazo y generar bolsas de marginación. Otro grupo, aún más olvidado, es el de los niños soldado. Su existencia suele ser negada por gobiernos y guerrillas debido a razones de imagen internacional, por lo que los acuerdos de paz rara vez suelen incluir disposiciones para abordar su problemática, lo cual implica que se les prive de los derechos y beneficios previstos para otros desmovilizados. En ambos casos, sería importante reconocerlos en los procesos de paz como sectores particularmente vulnerables, y garantizar su acceso a los beneficios dispuestos para los demás desmovilizados, así como a aquellos otros servicios y atenciones que su situación requiera (Pérez de Armiño, 1997:55). Conscientes de su importancia para la superación del conflicto, las agencias internacionales suelen prestar bastante atención a los procesos de desmovilización y canalizar ayuda a los gobiernos nacionales a tal fin. Así, por ejemplo, el banco mundial ha mostrado interés por ellos, en parte también por cuanto permiten reducir el presupuesto militar y esto, a su vez, contribuye a la salud fiscal de los países que hayan salido de la guerra. Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo (oit) ha promovido programas de creación de empleo y formación laboral en la posguerra de Mozambique y de otros países. Por su parte, también las ong[ONG, Redes de, ONG (Organización NoGubernamental)] nacionales e internacionales, y las propias comunidades locales, suelen tener una participación importante en el apoyo al proceso de reintegración de los desmovilizados. K. P. y M. A. Bibliografía
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