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Educación sanitaria y promociónde la saludJonatan RapaportLa educación sanitaria escolar puede capacitar a los niños para tomar decisiones favorables a la salud y para adoptar comportamientos saludables a lo largo de su vida. Los conocimientos y las actitudes relacionados con la salud no sólo aumentan el bienestar de los escolares, sino que también les permiten ayudarse a sí mismos, a sus amigos, a su familia y a la comunidad. Mucho de lo que aprenden los niños en la escuela sobre nutrición, higiene, saneamiento y modos de vida sanos llega a conocimiento de su familia y su comunidad. Escolares de todo el mundo han demostrado ser buenos maestros de sus mayores que no han podido beneficiarse de una instrucción básica acerca de lo que constituye una vida sana. No sólo la educación sanitaria favorece la salud, sino que se ha demostrado que la escolarización por sí misma tiene en todas partes una poderosa influencia en la salud. Su impacto se ve claramente reflejado en los beneficios que aporta a la salud materno-infantil. Las mujeres alfabetizadas tienden a casarse más tarde y a usar más a menudo métodos de planificación familiar. Un solo año de escolarización es suficiente para que las madres presten mayor atención a su propia salud y a la de sus hijos, y acudan con mayor prontitud en busca de atención médica en caso de necesidad (Banco Mundial, 1993:43). En los países del tercer mundo, por lo general son los agentes de salud comunitarios (ASC) los encargados de la educación sanitaria en la comunidad. Los ASC –denominados en algunos países agentes de salud voluntarios, guías sanitarios rurales (India), responsables sanitarios (Indonesia) o trabajadores de salud de la comunidad (Etiopía)– son hombres y mujeres escogidos por la comunidad y formados para hacer frente a los problemas de salud de sus miembros trabajando en estrecha relación con los servicios de salud. Por lo general poseen un nivel de instrucción elemental, es decir, saben leer, escribir y hacer cálculos matemáticos sencillos (OMS, 1987:439). Los ASC pertenecen al mismo tiempo a la comunidad y al sector sanitario, por lo que ponen de manifiesto el principio de la participación comunitaria de la atención primaria de la salud. Por lo general, las responsabilidades de estos auxiliares comprenden la enseñanza de temas relativos a la higiene, nutrición, planificación familiar, salud infantil e inmunizaciones, además de la prestación de algunos servicios sanitarios básicos y la detección y remisión de casos a los Centros de Salud. Los agentes muestran más dedicación cuando prestan servicios a la comunidad en la cual residen y, por otra parte, la participación de agentes de ambos sexos es esencial en algunas comunidades, sobre todo para el éxito de los programas de planificación familiar y de prevención de enfermedades de transmisión sexual (Banco Mundial, 1993:148). Una educación sanitaria efectiva depende de las capacidades de los trabajadores sanitarios y de los métodos que utilizan, por lo que la formación de los ASC debe incluir los métodos básicos de educación de adultos. En el pasado, la educación sanitaria era vista como un medio para cambiar la conducta individual relacionada con la salud, y por lo tanto estaba confinada principalmente a impartir información a receptores pasivos, a veces culpando a las personas por los problemas causados por su medio o por su comportamiento. Por ejemplo, algunas madres de niños con diarrea eran acusadas de no hervir el agua para beber, y otras con niños malnutridos eran amonestadas por no proporcionarles una dieta equilibrada. La educación sanitaria tendía a prestar poca atención a las causas subyacentes de la salud precaria, como la discriminación de mujeres y niñas, las desigualdades en la distribución y acceso a los recursos, el desempleo, la vivienda inadecuada, el saneamiento insuficiente, y los numerosos factores económicos, sociales y culturales que crean la pobreza y perpetúan la salud precaria. Además, ha fallado al no tener en cuenta la importancia de construir y alimentar la autoestima y la confianza de las personas en sí mismas. Por el contrario, la educación sanitaria tiene como objetivo incidir sobre los comportamientos. En este sentido, debe tener en cuenta las percepciones, creencias y prácticas de la gente, prestando especial atención al papel de la mujer en la comunidad. Además, los métodos y materiales educativos deben tener sensibilidad cultural y relativa al género, y usar un nivel de lenguaje comprensible y adecuado para el grupo. Las distintas sociedades difieren en sus prácticas tradicionales y creencias con respecto a las enfermedades. Estas prácticas son a veces inofensivas, como la de poner paños húmedos sobre el cuerpo de un niño con fiebre, a la vez que otras pueden ser dañinas, como la de privar de comida a un niño con sarampión (ver medicina tradicional). La educación sanitaria debe apoyar y alentar aquellas practicas beneficiosas existentes, y desalentar aquellas que son dañinas. Para ser efectiva, la educación sanitaria debe responder a las necesidades particulares de la población a la que va dirigida. Por ejemplo, el contenido, el nivel y el énfasis en la educación sobre el VIH/sida cambiará según el grupo al cual va dirigida la información, sean parejas estables, adolescentes, prostitutas, inmigrantes, personas analfabetas, etc. La educación sanitaria también puede ser incorporada a actividades que no se centran específicamente en la salud. Tanto los textos de diferentes disciplinas en el colegio como los textos de programas de alfabetización para adultos pueden incluir mensajes sobre salud en la comunidad local que, además de informar, estimulan el debate y la concienciación. También, involucrar a la agente en la producción de sus propios materiales refuerza el aprendizaje a la vez que favorece la producción de materiales relevantes y culturalmente apropiados. Para llegar a la población, la educación sanitaria utiliza tres métodos básicos. Éstos se pueden usar de forma individual o de manera combinada para lograr mayor efectividad (Eade y Williams, 1995:769-70): a) El trabajo con la población: el consejo de los trabajadores sanitarios en los establecimientos de salud o durante visitas, reuniones y discusiones públicas, campañas y grupos de presión, demostraciones prácticas, educación sanitaria en colegios y otras instituciones, y actividades entre niños. Involucrar a ciudadanos o a organismos locales influyentes, como maestros, curas, sanadores o parteras tradicionales, suele reforzar los programas de educación sanitaria. Además, es importante reforzar las actividades de educación sanitaria existentes, de grupos locales, de organizaciones sociales y de ONG. b) El uso de métodos auxiliares de enseñanza: materiales impresos, carteles, vídeos, diapositivas y murales son algunos de los métodos auxiliares empleados para la enseñanza. El teatro popular, espectáculos de marionetas y otras formas de drama o juegos de rol pueden ser formas, además de divertidas, altamente persuasivas para difundir mensajes educativos. c) Los medios de comunicación social: la radio, la televisión y la prensa llegan ahora a una vasta audiencia en los países pobres y tienen un enorme potencial para transmitir información junto con nuevos valores e ideas. Las campañas en los medios de comunicación de masas han sido usadas para la planificación familiar, las campañas de nutrición, la promoción de la lactancia materna, prevención del VIH/SIDA, etc. En Pakistán, por ejemplo, las autoridades sanitarias incorporaron información sobre los programas de inmunización en una popular serie de televisión, con un efecto muy positivo. En la ciudad de México, los organismos relacionados con temas de VIH/SIDA han diseminado información a través de programas de dibujos animados de alta audiencia (Eade y Williams, 1995:770). Los programas de radio que incluyen mensajes sobre salud llegan a millones de personas por todo el mundo reforzando el trabajo de los agentes sanitarios y los maestros. A su vez, es importante que los mensajes difundidos por los medios estén apoyados por éstos, haciéndolos llegar a la comunidad de forma directa. Esto tiene especial importancia para las mujeres, que, en comparación a los hombres, tienen mayores niveles de analfabetismo y menor acceso a los medios de comunicación de masas. En cuanto a la evaluación de las actividades de educación sanitaria, uno de los aspectos más difíciles es constatar los cambios de comportamiento inducidos por áquellas y hacer un seguimiento de las tendencias durante un período de tiempo. Por ejemplo, los educadores sanitarios pueden contar cuántos preservativos se han distribuido, pero no pueden contar cuántos están siendo utilizados (Eade y Williams, 1995:771). Antes y después de los cursos, se deben realizar encuestas para intentar medir el impacto de las intervenciones de educación sanitaria y evaluar la efectividad de las metodologías. Para esto, es necesario establecer indicadores de impacto y de cambio conjuntamente con el público a quien va dirigido el programa de educación sanitaria. Por su parte, la promoción de la salud, también denominada fomento de la salud, es un concepto que se ha diferenciado de la educación sanitaria y que ha tomado mayor auge especialmente a partir de la Carta de Ottawa emanada de la Primera Conferencia Internacional sobre la Promoción de la Salud celebrada en 1986 bajo el auspicio de la oms[Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados,ver ACNUR, Departamento para la Ayuda Humanitaria de la Comunidad Europea, ver ECHO, Comercio justo, Comida o dinero por trabajo,Proyectos/Programas de, ECHO (Departamento para la Ayuda Humanitaria de la Comunidad Europea), INSTRAW (Instituto Internacionalde Investigaciones y Capacitaciónde las Naciones Unidas parala Promoción de la Mujer), Medios de comunicación, OMC (Organización Mundial de Comercio), OMS (Organización Mundialde la Salud), Comité de Ayuda al Desarrollo,ver CAD, Educación sanitaria y promociónde la salud, Emergencia compleja, Economía moral , ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), CAD (Comité de Ayuda al Desarrollo)]. Esta carta y los documentos creados en tres subsiguientes conferencias están concebidos a partir del “espíritu de Alma-Ata” (ciudad de Kazajstán en se celebró la Asamblea Mundial de la Salud en 1978 en la que se fijaron los principios de la atención primaria de la salud) e introducen nuevos enfoques y estrategias para alcanzar la meta de salud para todos. Bajo estos enfoques, los prerrequisitos para la salud y el desarrollo social son la paz y la justicia social; la alimentación adecuada; el acceso al agua inocua; la educación y la vivienda decente; un papel útil en la sociedad y un ingreso adecuado; la conservación de los recursos y la protección del ecosistema (Hugland, 1997:7). Se enfatiza que alcanzar estos objetivos sólo será posible con una voluntad y compromiso políticos, y con una colaboración entre todos los sectores de la sociedad. Para poner en práctica estas iniciativas, se han introducido nuevos conceptos como el de entornos propicios para la salud (healthy environments), basado en la premisa de que prácticamente toda organización o comunidad posee un potencial de desarrollo sanitario que es preciso estimular mediante una serie de estrategias definidas aplicadas en los diferentes entornos de la vida. Actualmente en todo el mundo se están ejecutando proyectos de “entornos para la salud”, algunos vinculados oficialmente a redes de la OMS y otros de manera independiente. Más de 1.000 ciudades en todo el mundo están aplicando los principios de las “ciudades saludables”. Muchas comunidades, pequeñas ciudades y localidades han adoptado dicho enfoque a sus necesidades, a través de la iniciativa “aldeas saludables” llevada a cabo en Africa (Kickbusch y O’Byrne, 1997:4-5). Los “hospitales promotores de la salud” se han extendido de Europa a todo el mundo, creándose una red integrada por varios centenares de ellos. Mayor higiene, lugares de trabajo sanos para los agentes de salud, un mayor bienestar para los pacientes, mejor calidad de servicios hospitalarios, la reorganización de las salas y la educación sanitaria, se encuentran entre sus objetivos principales. En el proyecto “escuelas promotoras de la salud”, además de la adquisición de conocimientos básicos sobre la salud por parte de los alumnos, se busca la participación de los padres, profesores y alumnos para mejorar los servicios de abastecimiento de agua y las instalaciones de aseo, hacer que los patios sean más seguros y las aulas más luminosas y establecer un servicio médico que haga hincapié en la prevención. No obstante, la falta de compromiso político, la poca colaboración entre los diferentes sectores y la escasa aceptación en un sistema asistencial dominado por un paradigma biomédico, frenan el avance de estos proyectos y de otros encaminados a promover un entorno más saludable. J. R. Bibliografía
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